El psicopedagogo
Francesco Tonucci repasa algunos de los mayores errores de nuestra sociedad
A Francesco Tonucci le
gusta definirse como "niñólogo" porque dedica su vida a tratar de
"conocer y entender la infancia".
En ese camino, ha sacado una conclusión clara: "Lo
más importante de la vida se hace en los primeros años, fuera y juntos". Tres
preceptos fundamentales que cada vez se respetan menos y en los que considera
que tienen mucho que ver la hostilidad de las ciudades en las que vivimos. En
1991 puso en marcha en Fano, su ciudad natal, el proyecto La ciudad y los niños, que situaba a los niños como protagonistas a la hora de
planificar el modelo de ciudad en la que queremos vivir. Casi 30 años después,
piensa que, lejos de mejorar, los espacios públicos han ido a peor: "Hay
que sacar del espacio público a los coches y devolvérselo a la gente, porque
además con el tema de la contaminación y el calentamiento global pasa por lo
mismo. Escuchar a los niños supone
también tener una actitud distinta ante el mundo", sostiene, y no
es la única reflexión que ha dejado sobre la infancia en Hoy por Hoy:
Hemos olvidado la infancia
"La etapa más importante de la vida es la primera. Las neurociencias están confirmando que la actividad
cerebral de los primeros meses y años no es comparable con la del resto de la
vida. En esos primeros años se ponen los cimientos de todo lo que va a ocurrir
después pero éstos tienen una desventaja: no
se ven, pero son necesarios. Todo el mundo mira el Palacio y
nadie piensa en los cimientos que lo sustentan. Nosotros tenemos los cimientos
sobre los cuales hemos construido todas nuestras competencias, capacidades,
conocimientos, habilidades, relaciones sociales... Pero lo hemos olvidado y esta es una de las grandes enfermedades de la
Humanidad. Los adultos se olvidan de la infancia y repiten con
sus hijos y con sus alumnos los errores que se cometieron con ellos de
pequeños", sentencia.
Sobreprotección
Tonucci no duda al apuntar la mayor amenaza a
la que se enfrentan los niños de hoy: "El
derrumbe de su autonomía". Ve cómo muchos padres piensan que lo más importante va a venir después
"cuando lo más importante ya ocurrió" y considera
fundamental que los niños pasen tiempo "fuera de casa, de la escuela y del
control directo", porque "allí se viven las experiencias verdaderas,
las que se recuerdan toda la vida".
"Si cerramos los ojos y pensamos en
nuestra infancia, no pensamos en columpios y toboganes, pensamos en cosas que
hemos vivido con amigos y con amigas, y muchas veces son cosas que no se podían
contar en casa, pero son las cosas sobre las cuales se construyeron nuestros
conocimientos profundos", señala el pensador. Lamenta que esa riqueza se
esté perdiendo sin motivo: "Hoy
en día los niños no salen por el miedo de los padres y el miedo no se justifica
con un aumento de peligro". Los datos confirman que no es
más peligroso salir a la calle ahora que antes, al contrario, la criminalidad
es más baja.
Ciudades hostiles
Firme defensor de repensar un modelo de ciudad
que ponga al niño en el centro, Francesco Tonucci considera también que "las ciudades no merecen el miedo que
tenemos". Cree que "el miedo está alimentado por los medios de comunicación,
que se aprovechan para mostrarlo en toda su evidencia, y la gente se preocupa
por lo que ve no por lo que se vive, y
por la política, que se aprovecha del miedo para aumentar el
consenso".
Tonucci lamenta que los niños ahora no puedan
salir solos a la calle a jugar y sostiene que "los espacios de juego de la
ciudad, los parques con columpios y toboganes, no son buenos para jugar sino que la ciudad debe ser jugable por sí misma.
El espacio público es el espacio del juego. Todos los espacios de la
ciudad".
Una convención fallida
La Convención sobre los Derechos del Niño ha
cumplido 30 años este 2019. Los Estados miembros de la ONU se comprometieron
con ese documento a velar por la infancia en todo el mundo pero a día de hoy,
muchos niños siguen sufriendo por distintas circunstancias en muchos lugares y
nadie hace nada por evitarlo. Tonucci no
entendía en su momento "que fuera necesario un tratado internacional para
obligar a los padres a querer y respetar a sus hijos" pero
cree que los hechos le han demostrado, no solo que fuera necesario sino que,
además, "no fue suficiente". Se pregunta por qué algunos países
suscribieron el compromiso si 30 años después siguen sin respetar a los más
pequeños y lamenta que mucha gente ni siquiera conozca qué se pedía en ese
documento. Anima a todo el mundo a descubrirlo porque
"es pequeño, son 42 artículos y se lee en una hora". De todo el
contenido, destaca especialmente el artículo 3, en el que se establece que
siempre debe primar el interés del niño: "Significa
que, cuando hay un conflicto entre un niño y un adulto, ganan los niños",
resume.
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