Así debes reaccionar cuando tu hijo diga una palabrota.
El niño aprende a hablar tras observar e imitar a los adultos más cercanos, su lenguaje empieza a desarrollarse antes de pronunciar su primera palabra, cuando escucha la forma de entonar, los ritmos y cadencias de aquellos que lo rodean. Sobre los tres años, puede tener un vocabulario de mil palabras y su capacidad de aprender nuevas expresiones es enorme porque puede inventarse palabras jugando con las que ya conoce. De repente, en un momento determinado descubre que existen determinadas palabras que se expresan con especial énfasis y provocan reacciones en los oyentes, son "las palabrotas" y llaman tanto su atención que decide incorporarlas con fuerza en su repertorio.
Los niños no se imaginan el significado de las palabrotas, sin embargo comprueban que cuando las dicen... ¡¡siempre pasa algo!! y se convierten en los protagonistas del momento..., saben que algunos mayores se pondrán colorados, que otros se echarán a reír, que otros se enfadarán mucho, que otros empezarán a tartamudear...
En el uso de las palabrotas también encontramos una forma de expresar sus emociones, ya que los pequeños todavía carecen de recursos para manifestarlas, por ejemplo, la rabia o la frustración. Una palabrota reúne las condiciones necesarias para ser un buen vehículo de todos estos sentimientos negativos que el niño no sabe bien cómo expresar de otra manera.
Las palabras malsonantes aparecen dentro del proceso evolutivo del niño, de su forma natural de aprender. No es significativo que las pronuncien en ciertos momentos aislados, aunque cuando llegan a ser elementos habituales en su vocabulario es conveniente buscar una solución adecuada.
Las palabrotas son en esencia ofensivas, "hablan de cosas sucias", son groseras , "están prohibidas"... y para los niños son algo divertido que forma parte de su evolución, les atraen porque saben que pronunciándolas serán ellos los protagonistas, pues tienen un poderoso efecto... Poco a poco, cuando comienzan el autocontrol emocional, las pronuncian más bajito y después suelen hacer comentarios del tipo "¡Eso no se dice!", "¿a qué no?"...
¿Dónde has aprendido "esas palabras"?
En ocasiones los niños se comportan como una grabadora que se pone en marcha en el momento más inoportuno por lo que es conveniente que el lenguaje que escuchen sea cuidado, correctamente seleccionado y respetuoso con todo. Nuestro vocabulario es muy rico y seguramente no necesitamos decir esas palabras para expresar una intención o sensación que estemos viviendo si nos paramos un momento y reflexionamos sobre ello como adultos referentes para nuestros hijos.
Frecuentemente nos preguntamos: "¿dónde ha aprendido semejantes palabrotas?" Los niños hacen lo que ven, repiten lo que experimentan en su entorno. A veces escuchan palabrotas a sus compañeros de juego, a los adultos, en la tele o en la radio, en proyecciones de internet...
En otras ocasiones también nos preguntamos: "¿por qué dice "esas palabras"?" Puede que el niño las utilice para imitar a los adultos y demostrar que ya es mayor (reafirmación de su identidad), o bien, que a través de ellas intente saltarse los límites y llamar la atención. Puede usarlas igualmente para manifestar enfado, divertirse o simplemente por curiosidad, pero en todo caso siempre en aconsejable conocer qué persigue cuando dice las palabrotas, para poder encontrar la forma más oportuna de llegar a evitarlas.
¿Cómo reaccionar? Mostrar naturalidad
Ante el interrogante "¿cómo reaccionar?" es interesante observarnos a nosotros mismos. Al escuchar a los niños palabras malsonantes reaccionamos de diferentes formas: riéndonos, regañando con exageración o no dando ninguna importancia al tema. Como pauta aconsejable de actuación, consideraremos esta conducta como cualquier otra, le daremos la importancia "adecuada", sin exagerar ni dramatizar, reaccionando con serenidad y sin escandalizarnos. Es normal que de vez en cuando se les escape alguna palabra "fea" en momentos de excitación, pero si en su vocabulario aparecen de continuo, será conveniente preguntar en el colegio y en otros ambientes para averiguar si esto sucede solamente en casa o también fuera.
Aunque algunos mayores "digan palabrotas" en determinados momentos y situaciones, es importante explicarles que los niños no deben decirlas, no aportan realmente nada bueno.
Si son muy reiterativos con algunas palabras, sería interesante pararse y reflexionar con ellos, preguntarles qué es lo que realmente quieren trasmitir y conseguir saber por qué las dicen.
En los primeros momentos es eficaz actuar con naturalidad. Si no nos escandalizamos ni nos reímos, seguramente la palabra pasará desapercibida y no se consolidará en el repertorio del niño. Y como premisa, no olvidemos buscar las posibles causas del comportamiento del niño, de modo que si descubrimos que busca nuestra atención, intentemos compartir nuestro tiempo con él en diversas actividades; si quiere que se le tome en cuenta, tal vez podremos escucharle y valorar más sus opiniones...
Algunas pautas:
· Es muy importante enseñar a nuestros pequeños un lenguaje que sea apropiado para cada momento.
· Desarrollar un vocabulario amplio, carente de palabras malsonantes le ayudará a expresarse con fluidez, siendo capaz de cambiar la palabrota por otro vocablo sin tener que pararse a pensar.
· Las palabras malsonantes no deben convertirse en un hábito (primero las dirá porque le hacen gracia, después para manifestar algo que desagrada y por último las pronunciará como rutina).
· Actuar con naturalidad en las primeras ocasiones. Reírle la gracia o reaccionar con enfado (amenazas, castigos o gritos) fomentará su uso.
· Utilizar juegos de palabras. Para debilitar la fuerza de las palabrotas es útil ayudarse de palabras alternativas para expresar lo que siente, preguntarle por el significado real de sus palabras alegando que no entendemos lo que quiere decir, inventar palabras graciosas o rimas deformando la palabrota dicha...
· Saber por qué dice palabrotas, entender los motivos y anticiparse a los hechos.
· No perder los nervios. Si no estamos seguros de reaccionar con calma, hablar del tema después.
· Ser firmes en la desaprobación de palabras malsonantes haciéndoles reflexionar sobre las consecuencias de sus actos en los demás, dejando claro cómo queremos que se comporten.
· Paciencia y perseverancia. Las conductas inapropiadas tardan tiempo en instaurarse, por lo que no desaparecerán de la noche a la mañana.
· Penalizaciones. Si tras múltiples intentos no se consigue que el niño modere su lenguaje, se hace necesario trazar límites y penalizar su conducta recortando algún privilegio.
· Dar ejemplo. Si no queremos que nuestro hijo diga palabrotas, no las diremos nosotros. Si no escucha palabras malsonantes, no las dirá.
· Evitar complicidades ante cualquier palabrota. Por más graciosa que pueda resultar una expresión o alguna palabrota, reírse con ella fomenta su repetición.
· Explicar claramente que estas palabras ofenden, molestan, que no son respetuosas y también él se sentiría molesto si se las dijeran.
· Acostumbrarle a controlarse, contar hasta 10 cuando le vengan las ganas de decir una palabrota.
Trucos para evitar las palabrotas
1. Cambios en las propias expresiones. Cuando el niño emplee una palabrota, en vez de regañarle podemos ofrecerle una palabra alternativa que sí pueda utilizar para expresar su malestar. Por ejemplo: "Lo que querías decir es que esta comida no te parece buena, ¿no?"
2. ¿Jugamos a "transformar" las palabrotas? Consiste en transformar sus palabrotas, cada vez que las diga, en todo lo contrario. Por ejemplo, si dice un «cara culo», podemos responderle rápidamente con un « ¡cara flores!». Añadirle un matiz de humor al asunto ayudará a relajarnos y el niño acabará comprendiendo que no merece la pena hablar mal.
3. Lecturas alternativas. Es un buen momento para ofrecerle libros entretenidos, adecuados a su edad y con chispa (con personajes ingeniosos que utilicen exclamaciones divertidas). De esta forma, el niño ampliará su vocabulario y puede que su atención se desvíe hacia otro tipo de lenguaje.
Ana Roa, pedagoga y psicopedagoga
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