Buenas noches....
Interesante articulo. Espero que os guste y nos sirva a todos para reflexionar... de la página
www.rinconpsicologia.com
Los
niños necesitan ser felices, no ser los mejores
Vivimos en
una sociedad altamente competitiva en la que parece que nada es suficiente y
tenemos la sensación de que si no nos ponemos las pilas, nos quedaremos
rápidamente atrás, siendo barridos por los nuevos adelantos.
Por eso, no
es extraño que en las últimas décadas muchos padres hayan asumido un modelo de
educación sustentado en la hiperpaternidad. Se
trata de padres que desean que sus hijos estén preparados para la vida, pero no
en el sentido más amplio del término sino en el más restringido: quieren que
sus hijos tengan los conocimientos y las habilidades necesarias para hacerse de
una buena profesión, obtener un buen trabajo y ganar lo suficiente.
Estos padres
se han planteado una meta: quieren que sus hijos sean los mejores. Para
lograrlo, no dudan en apuntarles en disímiles actividades extraescolares,
allanarles el camino hasta límites inverosímiles y, por supuesto, empujarles al
éxito a cualquier costo. Y lo peor de todo es que creen que lo hacen "por
su bien".
El principal
problema de este modelo educativo es que añade una presión innecesaria sobre
los pequeños, una presión que termina arrebatándoles su infancia y crea a
adultos emocionalmente rotos.
Los peligros de empujar a los niños al
éxito
Bajo presión,
la mayoría de los niños son obedientes y pueden llegar a alcanzar los
resultados que sus padres les piden pero, a la larga, de esta forma solo se
consigue limitar su pensamiento autónomo y las habilidades que le pueden
conducir al éxito real. Si no le damos espacio y libertad para encontrar su
propio camino porque le colmamos de expectativas, el niño no podrá tomar sus
propias decisiones, experimentar y desarrollar su identidad.
Por eso,
pretender que los niños sean los mejores encierra graves peligros:
-
Genera una presión innecesaria que les arrebata su infancia. La infancia
es un periodo de aprendizaje, pero también de alegría y diversión. Los niños
deben aprender de manera divertida, deben equivocarse, perder el tiempo, dejar
volar su imaginación y pasar tiempo con otros niños. Esperar que los niños sean
“los mejores” en determinado campo, poniendo sobre ellos expectativas demasiado
elevadas, solo hará que sus frágiles rodillas se dobleguen ante el peso de una
presión que no necesitan. Esta forma de educar termina arrebatándoles su
infancia.
-
Provoca una pérdida de la motivación intrínseca y el placer. Cuando los
padres se centran más en los resultados que en el esfuerzo, el niño perderá la
motivación intrínseca porque comprenderá que cuenta más el resultado que el
camino que ha seguido. Por tanto, aumentan las probabilidades de que cometa
fraude en el colegio, por ejemplo, ya que no es tan importante lo que aprenda
como la nota que consiga. De la misma manera, al centrarse en los resultados,
pierde el interés por el camino, y deja de disfrutarlo.
-
Planta la semilla del miedo al fracaso. El miedo al fracaso es una de las
sensaciones más limitantes que podemos experimentar. Y esta sensación está
íntimamente vinculada con la concepción que tengamos sobre el éxito. Por tanto,
empujar a los niños desde temprano al éxito a menudo solo sirve para plantar en
ellos la semilla del miedo al fracaso. Como consecuencia, es probable que estos pequeños no se conviertan en
adultos independientes y emprendedores, como quieren sus padres, sino que sean
personas que apuesten por lo seguro y acepten la mediocridad solo porque tienen
miedo a fracasar.
- Genera
una pérdida de autoestima. Muchas de las personas más exitosas,
profesionalmente hablando, no son seguras de sí. De hecho, muchas supermodelos,
por ejemplo, han confesado que creen que son feas o están gordas, cuando en
realidad son iconos de belleza. Esto sucede porque el nivel de perfeccionismo
al que siempre han estado sometidas les hace creer que nunca será suficiente y
que basta el más mínimo error para que los demás las desprecien. Los niños que
crecen con esta idea se convierten en adultos inseguros, con una baja
autoestima, que creen que no son lo suficientemente buenos como para ser
amados. Como resultado, viven pendientes de las opiniones de los demás.
¿Qué debe saber realmente un niño?
Los niños no
necesitan ser los mejores, solo necesitan ser felices. Por eso, solo debes
cerciorarte de que tu hijo sepa:
- Que es
amado, de forma incondicional y en todo momento, sin importar los errores que
cometa.
- Que está a
salvo, que le protegerás y apoyarás siempre que puedas.
- Que puede
hacer el tonto, perder el tiempo fantaseando y jugar con sus amigos.
- Que puede
elegir lo que más le gusta y dedicarse a esa pasión, sin importar de qué se
trate. Que puede pasar su tiempo libre haciendo collares de flores o pintando
gatos con seis patas si es lo que le apetece, en vez de practicar la fonética o
el cálculo.
- Que es una
persona especial y maravillosa, al igual que muchas otras personas en el mundo.
- Que merece
respeto y que debe respetar los derechos de los demás.
¿Y qué no deben olvidar los padres?
También es fundamental que los padres sepan:
- Que cada
niño aprende a su propio ritmo, y que no deben confundir la estimulación que
desarrolla con la presión que agobia.
- Que el
factor que más influye en el rendimiento académico infantil es que los padres
les lean a sus hijos, que les dediquen un rato cada noche para cultivar juntos
esa pasión por la lectura, no las escuelas carísimas o los juguetes
hípertecnologicos.
- Que el niño
que mejores calificaciones saca casi nunca es el pequeño más feliz porque la
felicidad no se mide en esos términos.
- Que los
niños no necesitan más juguetes sino una vida más sencilla y despreocupada, así
como más tiempo con los padres.
- Que los
niños merecen la libertad para explorar todo y decidir por ellos mismos que les
gusta y les hace felices