Pero los gritos no educan, no se logra
ningún objetivo a través de los gritos. Es importante que las familias y
educadores aprendamos a controlar nuestras emociones y enseñar a los niños y
niñas a entender lo que hacen mal.
No debemos olvidar que están creciendo y desarrollándose, en este proceso
están inmersos en un aprendizaje conductual y emocional.
¿Qué conseguimos con los gritos?
Puede parecernos que un grito hace que el pequeño nos escuche y que nos
haga caso. Y en cierto modo, esto puede ser así a primera vista. Pero el grito
lo que hace es cortar la conducta, y provoca un estado en el niño/a, por eso
deja de hacer lo que estaba haciendo, pero no entiende lo que hizo mal y
volverá a repetirlo en futuras ocasiones.
·
El niño/a no entiende que es lo que
hizo mal.
· Reforzamos conductas indeseadas. Al gritar
prestamos atención a determinada conducta y le damos una atención a la misma.
·
Enseñamos con nuestro ejemplo una forma de
conducta que tratamos de eliminar.
· Suele ser incoherente. Si les gritamos
para pedirles que no griten, entramos en una incoherencia que provoca que el
pequeño no entienda nada.
·
Podemos crear un malestar emocional en
el niño/a, que afecta a su desarrollo.
· Los gritos dañan la autoestima de los niños y
niñas, al gritarles dejamos una huella psicológica difícil de borrar.
· Con los gritos provocamos ansiedad en los niños y niñas, para ellos es
percibido como un castigo, algo que les daña y no saben cuándo va a ocurrir.
Evitar los gritos es posible
1. Aprende a reconocer e identificar tus estados emocionales. Identificar
nuestro enfado, rabia, ira, nos ayuda a poder descargarlas de otro modo y no a
través de gritos a los niños/as.
2. Cuando sientas que
estas al límite, antes de gritar es mejor que cortes la situación. Sal de la habitación, cuenta tranquilamente y
reflexiona.
3. Busca alternativas a los gritos, como unas normas claras y una
disciplina positiva.
4. Ayuda a los pequeños a entender lo que hacen mal. No se trata de
no gritarles y dejarles hacer todo lo que quieran, ya que esto es malo para su
desarrollo, se trata de hacerles entender lo que han hecho mal a través del
dialogo sin dañar sus emociones.
5. No repitas las mismas frases constantemente, esto nos puede
hacer centrarnos en un solo aspecto, sin darnos cuentas de que el pequeño no ha
entendido algo e inconscientemente hacernos subir el tono de voz. Si repetimos
lo mismo muchas veces, nuestro enfado aumenta y no vemos otras alternativas ya
que solo estamos centrados en el mensaje que repetimos.
6. Es más efectiva una advertencia serena, que un grito. Antes de que el
pequeño haga algo, le recordaremos lo que puede y no puede hacer. Le daremos
las advertencias de forma tranquila y serena, nos escucharan con más atención y
el mensaje será más firme.
7. Expresa tus estados de ánimo desde el dialogo y una comunicación positiva
sin gritos. Los adultos, no tenemos que ser perfectos, también podemos sentir enfados
y frustraciones, antes de llegar al grito es aconsejable expresar a los
pequeños como nos sentimos.
8. Cuando hables con ellos asegúrate de que te escuchan. Pídeles silencio
y atención, espera a que lo hagan. Con un poco de paciencia conseguiremos la
escucha que pretendemos y ahorraremos los gritos y tiempo.
Celia Rodríguez Ruiz
Psicóloga y Pedagoga
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