Hace tiempo que encontré este artículo que nos habla de la aptitud y el comportamiento de los niños de 2 años. 5 puntos muy interesantes a tener en cuenta a la hora de comprenderles, educarles y entender sus reacciones. Quien me iba a mí a decir por entonces, que ahora lo iba a "sufrir". Recomendado especialmente para aquellos que tengáis a estos "granujas" por vuestras casas....
La forma de entender el mundo de un niño de dos años no tiene nada que ver con
la de los mayores. A esta edad, los niños no tienen capacidad para ponerse en
el lugar del otro, ni para medir bien las consecuencias de sus actos.
1. No muestra gratitud
No había forma de hacer entender a Alberto que el caminador de su primo no era
suyo y cada visita a casa de los tíos se convertía en un drama. Sus padres le
regalaron uno igual el día de su cumpleaños como sorpresa. Pero cuando lo
recibió no se inmutó. ¿Había perdido el interés? ¿Qué le pasa?
No es que Alberto esté descontento, es que está desconcertado por el nuevo
sentimiento que empieza a conocer, ya sea agradecimiento o una alegría inmensa.
A los dos años todavía no tienen la capacidad de ponerse en el lugar del otro,
por lo que, por mucho esfuerzo que hayan puesto sus padres en encontrar un
caminador idéntico al de su primo, no entiende que debe mostrarse agradecido.
¿Qué hacer?
Nada, salvo esperar a que crezca para poder ver su alegría al lograr las cosas
que desea muchísimo.
2. Desconoce qué es el castigo
Hoy toca estar de latoso, y mamá y papá se están hartando. Para que Salvador
cambie de actitud, le dicen: '¿Quieres quedarte sin ver Peppa Pig esta tarde?'.
Responde tranquilamente: 'Sí'. Llega la hora de los dibujos y mamá apaga la
tele. Entonces, empieza a llorar desconsoladamente y pregunta por qué lo han
hecho. ¿Qué le pasa?
No es que no distinga entre respuestas afirmativas y negativas, simplemente no
mide la dimensión del castigo y tampoco conoce sus consecuencias.
¿Qué hacer?
Para evitar que luego se eche para atrás, hay que hacer las cosas de inmediato.
Así le será mucho más fácil entender la relación entre causa y efecto.
3. Solo contesta a preguntas concretas
Puede pasar toda la tarde hablando, pero cuando mamá o papá le preguntan cómo
le fue en la guardería, qué ha hecho esta tarde o cómo ha pasado el fin de
semana con los abuelos, obtienen un largo silencio como respuesta. ¿Qué le pasa?
Esta reacción es bastante común en niños de dos años. Son preguntas con una
respuesta muy poco concreta y le cuesta resumir todo lo que ha hecho o piensa.
Al no saber por dónde empezar o qué priorizar, opta por callarse.
¿Qué hacer?
Preguntas concretas del tipo: “¿Qué es lo que más te ha gustado del fin de
semana?” o “¿Jugaste con los muñecos de tus primos?” son mucho más fáciles de
responder.
4. Un “¿qué?” por respuesta
A pesar de que la virtud de todo padre es la calma, a veces resulta difícil no
llegar a la desesperación cuando por décima ocasión nuestro hijo responde con
un “¿qué?”. ¿Qué le pasa?
No es que esté intentando que papá y mamá se vuelvan locos, simplemente pide
tiempo muerto. Muchas veces está distraído cuando le preguntan, por lo que su
atención no se fija al 100% en la persona que le está hablando. Por eso, ese
continuo '¿qué?' es una forma de ganar tiempo para procesar lo que le han
preguntado.
¿Qué hacer?
La única opción es llamar su atención antes de preguntarle algo y, al hacerlo,
hablarle despacio. Así el niño no tendrá necesidad de pedir ese tiempo muerto.
5. Le gusta transgredir los límites
A Jordi le encanta jugar con la comida. Por eso, sus padres le han preguntado
antes de darle la papilla si iba a jugar con ella. Su respuesta ha sido un “no”
tajante. Acto seguido, ha metido la mano en el plato, se la ha restregado por
la cara y ha escupido. ¿Los desafía? ¿Qué le pasa?
No, más bien está tanteando, le gusta trasgredir límites. Necesita probar dónde
está la línea, es una especie de juego. Es su manera de sentirse reforzado y
valorado.
¿Qué hacer?
No queda más remedio que ignorar su mal comportamiento y prestarle atención
cuando obedezca.
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