Esta tarde os traigo un artículo que trata la agresividad de los más pequeños y situaciones que se puedan dar en el día, el como tratarlas, como solucionarlas y como ponerles remedio. Os adjunto una parte del artículo, "8 claves para educar sin agresividad" si alguien quiere completarlo le dejo el enlace de donde lo he extraído, no dejéis de leerlo, es muy interesante. Espero que nos sea útil a todos. Un saludo.
8 claves para educar sin agresividad
Ser constantes con una serie de pautas desde la
más tierna infancia ayuda a prevenir conductas agresivas en los niños. Y
también saber reaccionar ante determinadas situaciones cuando los pequeños se
dejan llevar por sus impulsos y pegan a otros o les pegan a ellos. Miquel Mena
y Jorge Casesmeiro ofrecen estos consejos a los padres:
1. Los niños hacen lo que ven. Por eso,
los padres deben dar ejemplo y no pegar ante sus provocaciones, frustraciones...
Si los padres pegan al niño, él incorporará estos gestos agresivos a sus
recursos de supervivencia. Formas de reprimir su conducta agresiva: hacerles
entender que causan daño. Para ello podemos utilizar como recursos muecas de
dolor o enfado. También la técnica de «tiempo
fuera» funciona, castigando al niño en un rincón durante tantos minutos
como años de edad tenga. Otra manera es identificar conductas positivas que le
aporten los mismos resultados que las agresivas y reforzarlas mediante
recompensas.
2. Ambos progenitores deben aplicar las mismas
técnicas.
3. Cuando
pegan a nuestro hijo en el parque, en el patio del colegio, en clase... tampoco
hay que ceder. Es decir, si otro niño pega al nuestro porque quiere su juguete
o su columpio, no hay que concedérselo. Si lo hacemos estamos enviando a los
dos niños el mensaje de que pegando consiguen lo que quieren. Hay que hablar
con los padres de ese niño, y según su receptividad y reacción, reprimir al que
ha pegado primero. Nunca responder que devuelva la agresión
o que aprenda a defenderse, pues es abandonarle a la ley del más fuerte e
incitarle a la violencia.
4. Si dos niños se pelean deben ser separados
inmediatamente, con firmeza y determinación, pero sin brusquedad. Hay que
buscar el origen de ese conflicto. La presencia de un adulto marca límites. Lo ideal es que los padres ayuden a
los niños a comunicarse, que medien para que sean los niños quienes resuelvan
el conflicto. Siempre con imparcialidad. Si una de las partes tiene razón hay
que dársela. Hay que buscar soluciones justas, pero no culpabilidad ni humillar
al otro. Antes de poner límites al hijo de otro, se debe intentar hablar con
los padres, abuelos o cuidadores. De todas formas, siempre podemos separar,
impedir una nueva agresión o decir «esto no».
5. Cuando es
nuestro hijo el que ha pegado de forma accidental o intencionada es necesario disculparse. Es un aprendizaje que puede
empezar desde muy temprana edad. El agredido debe ser atendido, pero cuidado
con reforzar en él una imagen de vulnerabilidad que le lleve a identificarse
con el papel de víctima.
6. Las peleas
entre hermanos forman parte de un ritual
de crecimiento y de exploración de las propias fuerzas y límites, es
también una rivalidad natural por el espacio vital, por el reconocimiento de
los padres... Los hermanos se pelean con una «agresividad controlada». No
obstante, hay que reaccionar: separar, buscar causas, mostrar consecuencias y
tender puentes.
7. Debemos
intentar ser equitativos tanto en
reprimendas como en elogios, escuchar a ambas partes y otorgar mayor credibilidad
a la parte que se lo merezca. Los celos suelen ser uno de los motivos
principales de las peleas entre familiares. Téngalo en cuenta.
8. Los profesores y otros adultos del entorno
del niño también pueden intervenir conjuntamente con los padres para corregir
estos actos agresivos, consensuando actuaciones y averiguando cómo reacciona,
según la opinión de Miquel Mena. Casesmeiro, por su parte, cree que «si nuestro hijo está involucrado en una
pelea, no debemos delegar en otros adultos la resolución. Si intervenimos,
hagámoslo de manera que nuestra participación aporte serenidad y madurez, que
sea colaboradora y un modelo a seguir para los niños y para los otros adultos».
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